martes, 4 de enero de 2011

Por qué reencarnamos?


Es de gran importancia que sepamos, cada uno de nosotros, por qué nuestro Espíritu ha vuelto a la Tierra, para vivir aquí una "vida" más. Quien ha venido no fuimos "nosotros" y sí nuestro Espíritu, nosotros somos apenas el nombre de la "cáscara". Muchas personas aún se apegan a conceptos anticuados y equivocados, relativos a castigos, penas, etc., cuando, en verdad, estamos aquí por encontrarnos presos, vibratoriamente, a este Plano; es decir, nuestra frecuencia vibratoria no es suficientemente elevada para permitirnos acceder definitivamente a Planos superiores a este.

Para que eso suceda, para que elevemos nuestra frecuencia, para que nos libertemos de este planeta y de este Plano aún tan imperfecto, precisamos librarnos de nuestras imperfecciones, de nuestras impurezas; para eso estamos aquí, y vamos y volvemos, vamos y volvemos, vamos y volvemos... ¡Qué vergüenza, el que necesitemos de tantos retornos! ¿Por qué esa tarea tiene que ser realizada aquí y no allá en el Plano Astral superior? Eso es fácil de entender, basta razonar que tiene que hacerse en algún lugar donde existan estímulos para que nuestras imperfecciones se manifiesten. Para nuestros tipos de defectos, aquí es el lugar ideal, aquí están los acontecimientos (gatillos) que hacen emerger nuestras inferioridades. ¡Y, los acontecimientos negativos, aquellos que no nos gustan, son los mejores para eso!

Cuando estamos en el Astral superior es como cuando estamos en nuestro Centro Espírita; parecemos todos "santos", somos pacientes, cariñosos y caritativos, nuestros defectos "desaparecen"; pero cuando volvemos a nuestra vida cotidiana, ahí nuestras características negativas de personalidad vuelven a manifestarse. Podemos razonar del mismo modo para entender por qué hemos venido del Plano Astral para aquí, de un lugar "mejor", más evolucionado, para un lugar "peor", menos evolucionado. Cuando estamos allá, debido al estilo de vida vigente, basado en la igualdad y en la fraternidad, parecemos "santos", pues nuestros defectos no aparecen, permanecen latentes; pero cuando estamos aquí, entonces sí, por las condiciones socio-culturales vigentes, vienen a la superficie y nos confrontamos con aquello que necesitamos curar.

Así, es fácil percibir que hemos venido para un Plano rebajado a fin de que nuestras inferioridades salgan a la superficie y sea posible purificarnos de ellas. Y el trabajo principal, entonces, es saber exactamente qué necesitamos curar en nuestro Espíritu, nuestras imperfecciones, y detectarlas cuando se manifiestan. Sin embargo, aquí surge un problema, que ya he comentado antes: la mayoría de nosotros está convencida de que tiene razones suficientes para sentir o manifestar sus negatividades. Quien tiene rabia de alguien, cree que tiene razón al sentir esa rabia; quien siente amargura y resentimiento, cree que estos sentimientos están plenamente justificados; quien es medroso, cree realmente en la fuerza de su miedo; quien es tímido, está plenamente seguro de su incapacidad de manifestarse; el orgulloso, vanidoso, egocéntrico, cree realmente en su propia superioridad; el materialista cree firmemente en el valor de las cosas materiales, y así sucesivamente.
¡El mayor obstáculo para la evolución es que el Espíritu encarnado siempre considera que son acertados sus razonamientos!

La función del reino vegetal, en nuestro planeta, es transformar las negatividades de la atmósfera en las positividades que necesitamos; aquéllas son, principalmente, los pensamientos y sentimientos negativos emanados de nosotros mismos, además de nuestras acciones en el transcurso de los siglos. Todo tiene una función en la naturaleza y la de las plantas es la purificación del planeta; como ejemplo tenemos la captación del gas carbónico, que es tóxico para nosotros, y su transformación en oxígeno, base y sustentáculo de nuestra vida en la materia. Con la genialidad de Edward Bach, un famoso médico inglés, a principios del siglo pasado, comenzó un tipo de terapia, energética, basada en la pesquisa y utilización del poder curativo de las flores, en aquello que pueden auxiliar al ser humano a transformar sus pensamientos y sentimientos, en fin, su personalidad. La Terapia Floral es un auxiliar del ser humano, ¡pero qué auxiliar! Por su actuación a nivel energético, dirigida a los pensamientos y sentimientos de las personas es, en mi opinión, la mejor ayuda medicamentosa, vía oral, que conozco. Todo aquello que una persona necesite mejorar en sus características de personalidad, puede ser encontrado en las más de 4.000 esencias florales utilizadas en nuestro planeta, en cerca de 40 sistemas, en innumerables países. Muchos médicos, psiquiatras, psicólogos y psicoterapeutas en general, oficiales y "alternativos", están utilizando la Terapia Floral; los resultados, en ocasiones asociándola a la Alopatía, son sensacionales. No es que las esencias florales curen la enfermedad, en sus aspectos mentales, emocionales y físicos, pero muestran el Camino y ayudan a los enfermos a seguir por él, con voluntad, confianza y fe.
Pasados 60 años, gran número de terapeutas está utilizando las esencias florales en sus pacientes, muchas veces asociándola también a otros métodos terapéuticos, con medicamentos alopáticos, homeopáticos, Acupuntura, Reiki, etc.

El antídoto de la ira es el amor, el de la amargura es la comprensión, el del miedo es el coraje, el de la timidez es la espontaneidad, el del orgullo es la humildad, el del materialismo es el entendimiento de la reencarnación. Pero lo que posibilita que las personas curen eses creencias negativas es la toma de conciencia de que han venido para este Plano terreno ya con esas características de personalidad en su Espíritu, y que aquí, en la confrontación con ciertas situaciones específicas de su vida desde la infancia, han salido a la superficie. Cada uno de nosotros manifiesta aquí lo que ya ha traído consigo de sus encarnaciones pasadas, positiva y negativamente. Todo es una continuación, somos lo que somos, y en eso revelamos nuestro grado espiritual.

Lo que tenemos de inferior ha venido para ser eliminado aquí en la Tierra, junto al reino vegetal. En el Plano Astral superior no había estímulos específicos para hacer aflorar nuestra ira, nuestra vanidad, nuestra amargura, nuestra tristeza, nuestro miedo, nuestra timidez, pero aquí fatalmente aparecen, y entonces podemos, potencialmente, libertarnos de ellas. Sin embargo, generalmente, en vez de tener bien claro que son características negativas nuestras, congénitas, que nuestro Espíritu viene a curar, pasamos a tratarlas como si fuesen de nuestra "cáscara", ¡como si hubiesen surgido aquí! Y peor, culpando de su aparición a otras personas (generalmente padre y madre) y a acontecimientos negativos de la vida; por desgracia, esto es incentivado por la Psicología tradicional, al afirmar que comenzamos la vida en la infancia, que ahí formamos nuestra personalidad y, entonces, si tenemos características negativas es porque algo o alguien nos hizo alguna cosa que las ha generado; es decir, la psicoterapia tradicional, comúnmente se basa en el binomio víctima-villano, y esto refuerza el error.

La Psicología tradicional nos dice que comenzamos en esta vida; esto quiere decir que nacemos puros, éramos Espíritus perfectos, y busca entonces, allá en el "inicio", quién o qué nos estropeó... Parte de una base equivocada, un inicio que no es inicio, pues no comenzamos nuestra vida en la infancia, sino que somos un Espíritu y estamos continuando en ella una jornada iniciada hace muchísimo tiempo, ¡tanto tiempo que nuestro Inconsciente hasta se adentra en el reino animal, vegetal y mineral! El día en que la Psicología incorpore la reencarnación, comenzará realmente a entender al ser humano, y descubrirá que la infancia es una continuación y no un comienzo.

Para que nos sea posible saber por qué nuestro Espíritu ha reencarnado, tenemos que asumir nuestros defectos (imperfecciones) y aceptarlos como nuestros, estableciendo relación entre los acontecimientos "negativos" que nos pasan en la vida, desde la infancia hasta hoy, y la manera negativa con que los sentimos y reaccionamos ante ellos. Ahí encontraremos qué hemos venido a hacer aquí, a curar en nuestro Espíritu; pues los hechos son los hechos, pero mediante aquello que hacen emerger de imperfecto en nosotros, revelan con qué finalidad estamos nuevamente aquí, la finalidad de nuestra actual encarnación.
Si los acontecimientos nos provocan amargura y resentimiento, están mostrando que hemos venido a curar amargura y resentimiento; si provocan ira y agresividad, nos muestran que hemos de curar ira y agresividad; si provocan miedo o retraimiento o sensación de incapacidad, o cualquier otro síntoma negativo, ahí está el motivo de la encarnación. Una persona muy materialista, apegada al dinero y a los bienes materiales, revela que su Espíritu ha reencarnado para curar esa postura fútil y superficial y profundizar en los verdaderos valores del amor y de la caridad. El distraído, el despistado, ha venido para curar ese tipo de fuga, para aterrizar. Y esto es así con cualquier característica negativa nuestra, desde las más graves hasta las más "inofensivas".

Podemos afirmar que lo que más importa en una encarnación es la manera equivocada con que reaccionamos ante los acontecimientos, y si esa manera se repite, ahí está, sin duda, lo que ha de ser curado. Muchos de nosotros, antes de reencarnar, en el Astral superior, preparamos la actual encarnación, en los grupos de estudio y en las conversaciones con los Orientadores, y allá sabemos exactamente lo que vendremos a intentar curar en esta estancia. Sabemos quienes serán nuestros padres, si vendremos en una familia rica o pobre, si en una "cáscara" blanca o negra, etc., etc.; de ese modo, es una pérdida de tiempo ponernos a pelear con los acontecimientos "negativos" de nuestra infancia, con características desagradables de personalidad de nuestro padre o de nuestra madre, ¡como si no supiésemos con qué íbamos a encontrarnos aquí! Y por más negativos que parezcan los acontecimientos de nuestra infancia, todo está, potencialmente a nuestro favor, pues tiene por objeto nuestro progreso, nuestra cura y nuestra purificación al mostrarnos nuestros defectos. Sin embargo raras personas alcanzan sus objetivos pré-reencarnatorios, porque no entienden realmente qué es reencarnación; incluso gran parte de los reencarnacionistas.

Y ¿qué debemos curar en nosotros? Todos los tipos de comportamiento, de razonamiento, de características de personalidad, que nos diferencian de nuestros hermanos más evolucionados del Plano Astral, de los Maestros, de los Orientadores. Ellos están allá arriba, en un lugar de frecuencia vibratoria más elevada; lo que sí tenemos nosotros y ellos ya no tienen, son las impurezas y las imperfecciones, de las cuales hemos venido a libertarnos. Nuestro camino va cara a la perfección y ellos nos señalan el rumbo, pero para ello es preciso que no culpemos a nada ni a nadie y entendamos que nuestras imperfecciones son cosas nuestras. Aspectos negativos que nos acompañan desde hace mucho tiempo, desde muchas encarnaciones atrás, y si esto sucede es porque no hemos realmente aprovechado nuestras encarnaciones para libertarnos de ellos, curarnos y purificarnos.

El ser humano ha sido incompetente en su evolución espiritual, pues generalmente lidia mejor con lo que es terreno, lo material. La regla de oro es: ante un hecho desagradable, estar bien atento a lo que emerge de negativo desde dentro de si; ¡ahí está la imperfección a ser eliminada! Si se cree tener razón para sentir esa imperfección, hay que entender que ese razonamiento viene del Yo Inferior, una fuente nada confiable... Nuestro "Yo inferior" siempre considera que tiene razón para sentir y manifestar ira, amargura, tristeza, miedo, etc., mientras que, desde arriba, nuestro "Yo Superior" se queda haciendo votos para que, ante las situaciones que hacen aparecer esas imperfecciones, aprovechemos para curarnos de ellas, entendiendo que esas situaciones aparentemente negativas son potencialmente positivas para nuestra evolución espiritual (purificación).

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